Espiritualidad: la sorprendente solución a nuestros problemas económicos

Todos sabemos que tenemos cuerpos—pero muchos no están tan seguros de la existencia del alma.

 

Por supuesto, el cuerpo tiene necesidades—alimento, ropa, vivienda, atención médica—y tradicionalmente ha sido el trabajo de economía satisfacer esas necesidades.

 

Considere esto, sin embargo: ¿y si el alma y el cuerpo son realidades igualmente válidas? Aún más, ¿qué pasa si el alma vive eternamente? Si eso es cierto, ¿no deberíamos priorizar las necesidades eternas del alma sobre las necesidades temporales del cuerpo, o al menos igualarlas en importancia?

 

“La excesiva desigualdad entre ricos y pobres, fuente de grandes sufrimientos, mantiene al mundo en estado de constante inestabilidad, virtualmente al borde de la guerra. Pocas sociedades han encarado de forma efectiva esta situación. La solución exige la aplicación conjunta de enfoques espirituales, morales y prácticos. Hay que observar el problema con una mirada nueva, libre de polémicas económicas e ideológicas, lo cual implica consultar con expertos en una amplia gama de disciplinas y lograr la participación de las gentes que resultarían directamente afectadas por las decisiones que deben tomarse con urgencia. Es un asunto que está ligado no sólo con la necesidad de eliminar los extremos de riqueza y pobreza, sino también con aquellas realidades espirituales cuya comprensión puede producir una nueva actitud universal. El promover tal actitud es ya, en sí mismo, una parte importante de la solución”. –  La Casa Universal de Justicia, La promesa de la paz mundial, pp. 10-11

 

Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna, también hizo algunas suposiciones básicas para proporcionar más bienes para las necesidades del hombre. En base a sus observaciones, Smith construyó su sistema económico teórico. Una de las suposiciones que hizo fue que el hombre siempre actúa en su propio interés y quiere maximizar su satisfacción, por lo que creía que el libre interés egoísta en las economías de libre mercado conduce a la prosperidad económica.

 

Las otras suposiciones que Smith mencionó en su famoso libro La riqueza de las Naciones incluyeron el uso del término “mano invisible”, una metáfora para describir la autorregulación de los mercados capitalistas. También abogó por la “economía del laissez-faire”, lo que significaba que los gobiernos no deberían interferir y los mercados económicos deberían ser dejados solos para encargarse de cualquier problema. Expuso sobre cómo el interés propio y la competencia racionales pueden conducir a la prosperidad económica.

Estos dos principios fundamentales del sistema económico introducidos por Adam Smith fueron adoptados por otros economistas. El principio de maximizar la satisfacción creó un sentido de individualismo que fue elogiado y que fue la fuente de inspiración para muchos. Pero esta tendencia de pensamiento económico, sin ninguna interferencia de los gobiernos u otras agencias, creó un campo común para la codicia y la explotación. Resultó en sociedades que carecían de empatía e ignoraron la difícil situación de los pobres y necesitados. En esas sociedades, el espíritu de dar y compartir disminuyó, y gradualmente la brecha entre ricos y pobres aumentó. La acumulación de riqueza comenzó a ser considerada como el mayor logro en la vida de una persona. Convertirse en rico se convirtió en el objetivo de cada hombre y el costo de lograr este objetivo no fue cuestionado.

 

Pero si el cuerpo y sus necesidades se convierten en una barrera u obstáculo para el progreso del alma, entonces hay un problema serio. En estos días, en la vida económica de la humanidad, el cuerpo y sus necesidades se han hecho cargo de las necesidades y deseos del alma. El sirviente se ha convertido en el amo, y las preciosas vidas humanas se desperdician en la búsqueda de los deseos del cuerpo. Las enseñanzas bahá’ís explican:

 

 “El alma del hombre es el sol que ilumina su cuerpo y del cual deriva su sustento, y debe considerarse así.”                                           –Pasajes de los Escritos de Bahá’ú’lláh LXXX

 

Debido a que hemos priorizado las necesidades del cuerpo sobre las necesidades del alma, la situación económica del mundo se ha salido de control. Debido a las grandes disparidades económicas que ha causado este énfasis excesivo en el cuerpo, tenemos que admitir que solo la espiritualidad puede manejar la propagación mundial de esta enfermedad de codicia y egocentrismo. Debido al sufrimiento masivo de los pobres, tenemos que encontrar formas de traer un nuevo sentido de justicia al mundo. Para hacer todo eso, necesitamos retroceder unos pasos y definir el propósito y la naturaleza de la economía y luego tratar de encontrar soluciones para sus problemas:

 

“Los secretos de toda cuestión económica son de naturaleza Divina y se ocupan del mundo del corazón y del espíritu.”                           – ‘Abdu’l-Bahá, The Baha’i World, página 448

 

“El alma racional y humana es una creación de Dios que abarca y supera a las demás criaturas; y puesto que es más noble y exaltada, comprende a todas las cosas. El poder del alma racional descubre las realidades de los seres, comprende sus particularidades y penetra en los misterios de la existencia. Todas las ciencias, conocimientos, artes, maravillas, instituciones, descubrimientos y empresas proceden de la inteligencia del alma racional.”  – ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a Unas Preguntas, página 58

 

¿Dónde empezar? Tal vez al aceptar el hecho de que hay más para la humanidad que nuestras necesidades físicas, y que nuestras necesidades espirituales deben ser reconocidas y convertirse en el punto focal de nuestra atención. Al reconocer nuestras necesidades espirituales internas y al combinarlas con las necesidades físicas, tendremos el ímpetu y la visión para crear un sistema económico equilibrado que cubra todos los aspectos de nuestras vidas y nos permita alcanzar los deseos de nuestras almas.

 

La historia de la economía nos ha demostrado que un sistema sin guía espiritual puede perder su eficacia y, finalmente, volverse opresivo y cruel. Las enseñanzas bahá’ís proporcionan la guía que el mundo necesita para remediar las injusticias cometidas contra los pobres y las personas desfavorecidas de la sociedad. Al implementar soluciones espirituales a nuestros problemas económicos, podemos resolver esas injusticias.

 

 

 

 

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