Sugerencias económicas prácticas para un nuevo sistema económico (Primera Parte)

NOTA: Debido a la extensión de la publicación, será difundida en varias partes.

 

INTRODUCCIÓN

El presente sistema económico está moribundo. No puede responder a las necesidades de la humanidad. La brecha entre ricos y pobres se amplía, y con ello el sufrimiento de las masas. Más aún, se hace caso omiso de las soluciones que podrían darle salida a la situación. Es hora pues de pasar examen a los presupuestos fundamentales sobre los que se erige este sistema y reemplazarlos con supuestos más humanos, morales y espirituales. Lo que necesitamos es construir un sistema económico que le permita a la humanidad producir una civilización en constante progreso, un mundo en el que no haya lugar para las injusticias económicas y en el que las personas vean cumplidas sus necesidades vitales de modo que lleven adelante  vidas pacíficas y en plenitud. Lo que se necesita es un cambio en la manera de pensar. Los materiales que se ofrecen a continuación, basados en las enseñanzas bahá’ís, proporcionan pistas y sugerencias a fin de dar pasos que sienten las bases de un mejor futuro económico. Disponemos de las soluciones y de la tecnología capaz de construir un nuevo sistema; todo lo que necesitamos es determinación y voluntad. Todos disponen de la capacidad de aportar al esfuerzo. Lo que nos corresponde es actuar. La hora apremia.

Vivimos en una época confusa, particularmente tras la gran recesión de 2008, la cual casi acaba con la totalidad del sistema económico. La crisis desatada ha forzado a los gobiernos a adoptar medidas desesperadas encaminadas a salvar el sistema y evitar el caos universal. En el fondo ha sido una codicia desaforada la que sembrado la destrucción a una escala tal como sólo la falta de moralidad es capaz de engendrar. Son muchos los que creen que el terrorismo, los conflictos y demás formas de violencia se deben a diferencias en materia de religión o ideología. Con todo, si ahondamos más, descubriremos que el factor subyacente en no pocos casos es una profunda sensación de resentimiento por parte de los “desposeídos” hacia los  “pudientes”. La pobreza y la impotencia generan resentimiento puesto que todo ser humano se siente acreedor a un sustento y medios de vida mínimos. Por su parte, terroristas profundamente resentidos creen encontrar en las religiones e ideologías una causa que justifique sus actos.

Importa recordar aquí que el Sistema Económico bahá’í se hará patente cuando se produzca la transformación del ser humano y de la sociedad, cuando la persona, consciente de su condición y destino espirituales, haya subordinado su naturaleza y voluntad animales comportándose en consecuencia de modo menos egoísta. Aunque nos resulte casi imposible imaginarnos capaces de madurar hasta ese punto, lo cierto es que conforme incorporamos más cualidades espirituales al acervo de nuestras vidas, tanto más sólidos se vuelven los cimientos de la sociedad y del sistema económico en cuestión. Quizá algunas de las metas que aquí se proponen parezcan idealistas, pero eso es lo que realmente somos: idealistas. Soñamos con un mundo mejor y estamos dispuestos a hacer lo necesario para el establecimiento de la Mancomunidad Mundial de Bahá’u’lláh. No hay empresa de gran calado que se consiga en ausencia de metas o sueños. Sin ellos esa civilización en continuo progreso no habría pasado de la Edad de Piedra hasta alcanzar el punto en el que ahora nos encontramos.

Abdu’l-Bahá explica la naturaleza de la economía y del remedio a sus problemas:

 “Los secretos de toda la cuestión económica son de naturaleza divina, y guardan relación con el mundo del corazón y del espíritu. Las enseñanzas bahá’ís dan cuenta de ello de forma cabal, por lo que si éstas son desoídas, resultará imposible inducir una mejoría en las condiciones”.  – Abdu’l-Bahá, The Baha’i World, Volume 1V, p. 448

Shoghi Effendi también arroja más luz al respecto:

“(…) Con la declaración “la solución económica es de naturaleza divina” quiere significarse que sólo la religión, en última instancia, opera en la naturaleza humana un cambio fundamental que le permite ajustar las relaciones económicas de la sociedad. Sólo de esta forma puede el hombre controlar las fuerzas económicas que amenazan con trastocar los cimientos de su existencia, y de este modo afirmar su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. (Casa Universal de Justicia, Vol 1 Comp Compilaciones; de una carta escrita en nombre de  Shoghi Effendi y dirigida a un creyente, Diciembrer 26, 1935, Lights of Guidance, p.551)

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